Tengo igual de abandonado el blog que el pensamiento.
Al fin logré silenciar esa voz horrible que hablaba todo el tiempo de mi insatisfacción y tristeza.
Me duelen todas las despedidas menos una.
Me duele la despedida de mi vida en buenos aires, del vagabundeo por una ciudad a la que quería conocer y que quería que me acoja, de la independencia ganada y de toda la gente linda que conocí y de esa otra que siempre intuí. De todos los misterios encerrados en este suelo a veces tan frenético, del sol que se esconde más tarde, de la lluvia que abraza y traspasa la piel. De tanto que se volvió nada, que dejó de importar. Me duele saber que dejó de importar.
Pero es más grande el alivio de saber que este yo torpe y mudo se queda aquí, atrapado en el cemento, golpeándose contra los muros de los edificios y abandonandose al río para dejarse morir.
Algún día la furia y yo sabremos re-encontrarnos y sonreírnos, pero ese día no es hoy.